En los últimos años, en las urbanizaciones privadas de promociones de viviendas de nueva construcción, nos encontramos con cierta frecuencia, paseos hundidos, vallas partidas, pavimento fisurados y patologías similares relacionadas con una falta de compactación del terreno, estas incidencias acaban en muchas ocasiones en demandas de las comunidades de propietarios.
¿ Porqué ocurre esto? Porque la urbanización se ejecuta al final, cuando todo son prisas y ello se une a la poca trascendencia que los técnicos de edificación dan a un concepto que es propio del mundo de la obra civil, de donde se ha importado la misteriosa frase “hay que compactar al 98% del proctor “.
Cuando hemos estado en la playa con nuestros hijos o nosotros mismos cuando éramos niños, hemos llenado un cubito con arena seca, le hemos dado golpes (energía) y hemos comprobado como disminuía el volumen ocupado por la arena del cubo.
En esto se basa todo el misterio del amigo Proctor, ese de quien todos hablan y casi nadie conoce. Cuando vamos a compactar un terreno, llevamos unos sacos del material de ese suelo al laboratorio y en una especie de mortero echamos una parte, pesándola previamente, le damos golpes con una maza y volvemos a rellenar repitiendo la operación hasta completar el volumen del mortero ( hacemos dos tongadas).
El peso del material que hemos compactado dividido por el volumen del mortero, nos da la densidad máxima que hemos de conseguir en la obra para que no haya disminución de volumen con el tiempo, y que debido a las lluvias se produzcan los asientos naturales que son la causa de las patologías mencionadas al principio.
El segundo misterio del amigo proctor es la “humedad óptima “.
Para una buena compactación el terreno no puede estar seco, entonces no se amasa, ni muy húmedo, ya que aparecen los “ blandones” espectaculares de ver cuando un camión o una máquina pasa por encima de ellos moviendo el terreno como si fuese una ola del mar. Y es realmente una ola ya que la estructura microscópica de la arcilla es muy pequeña comparada con el tamaño de la molécula del agua y esta es como el pez que está capturado dentro de la red.
Para que desaparezca el blandón hay que romper la red para que escape el pez, por eso la solución es arar el terreno para romper la estructura de la arcilla y que se evapore el agua. Esto es lo que se llama “ escarificar y orear”.
La compactación hay que hacerla en tongadas (capas de 30 cm ), suministrando la energía necesaria y comprobando que la densidad es la obtenida en el laboratorio, dan miedo las respuestas a la pregunta ¿Habéis compactado? Del tipo “ Si; lo hemos pisado”, llevan asociadas futuras patologías por disminución de volumen.
Cada suelo tiene una densidad máxima y una humedad optima diferente, función de los porcentajes de arcilla y de arena, y del tamaño de los granos (granulometría).
Espero que después de estas notas conozcamos un poco más el misterio del amigo proctor, le respetemos. Y le tengamos en cuenta para evitar las sorpresas desagradables que siempre terminan apareciendo cuando se hace una mala compactación
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