Cuando empecé a trabajar en la construcción a principio de los 90 estaba en pleno inicio la nueva era informática con planos hechos con programas de ordenador, los últimos delineantes de rotring daban sus últimos coletazos, todavía llegue a conocerlos, los del tiralíneas se habían extinguido ya años antes.
Me lleve la sorpresa de que en la obra las herramientas de dibujo eran muy primitivas, pero muy exactas, os las voy a presentar.
La plomada, una sencilla pesa terminada en punta que con gran habilidad los albañiles sujetaban por el extremo de su cuerda para tener así rectas verticales, que luego definen planos y cuando querían bajar un punto del techo al suelo, simplemente soltaban la plomada y marcaba la punta en el suelo la proyección del punto del techo.
Otro elemento curioso era la bota de añil, era el “lápiz" de la obra, consistía en una cajita en forma de lagrima o bota que tenia en su interior enrollado un cordel de algodón bañado en polvos de añil, para dibujar sujetaba el ayudante un extremo y el otro extremo tenso el maestro quien estiraba como si fuese una cuerda de guitarra y marcaba al golpear en el suelo o en la pared una perfecta línea recta azul, y si había que borrar estaba la escoba.
Por eso quien haya entrado en una obra, se habrá fijado en que en todas las paredes había una línea azul, es el nivel que marca la altura de un metro respecto del pavimento acabado, y era la referencia para todos los obreros de todos los oficios que sucesivamente iban pasando por allí.
Y como se pasaba este nivel de un sitio a otro, pues con otro curioso elemento una larguísima tubería de plástico transparente flexible de medio centímetro de diámetro rellena de agua y que por el principio de los vasos comunicantes aseguraban la misma altura de todos los puntos de esa línea que llamábamos nivel de metro, este utensilio se llamaba la goma de pasar niveles y era real, el que era ficticio era el nivel de pasar esquinas pero famoso por que algún veterano le mandaba a algún novato en sus primeros días a preguntar por el a los albañiles. Al nivél de agua algunos encargados le echaban vino tinto para que se viese bien el nível del líquido, con gran alegría para su vista, y gran pena para su paladar.
Con estos elementos el error que se cometía era del orden del milímetro, esto era dentro del edificio, del orden del centímetro era cuando se dibujaba la cimentación en el terreno, para eso se usaba estacas de madera que se clavaban en el suelo con un clavo arriba para poder anudar una cuerda de una estaca a otra estaca, aquí para pintar en el suelo se utilizaba un rotulador mas burdo , el saco de yeso, con una madera o con un cartón con un borde recto se iba recorriendo la cuerda entre las dos estacas espolvoreando yeso que al caer al suelo dejaba una mancha con un lado irregular y el otro la sombra de la cuerda totalmente recta gracias al borde del cartón.
Una de las anécdotas que mas me sorprendió en mis inicios profesionales fue cuando un día en un pequeño pueblo manchego iba a ayudar a replantear a dos maestros albañiles una cimentación, yo lleve los planos y ellos tenían la sabiduría popular, cuando pensé que sacarían algún aparato topográfico para hacer el replanteo, sacaron tres cintas métricas metálicas de 5 metros cada una y me dijeron que teníamos que coger cada uno el extremo de dos cintas metálicas y sujetarlos formando el 3,4,5. Y ahí estaba mi sorpresa, los albañiles formaban un triangulo rectángulo que habían aprendido de sus mayores (3^2+4^2=5^2) y que el primero que había utilizado fue Pitágoras, me dí cuenta de que además de estar su Teorema en los libros de Matemáticas, también había viajado a través de los siglos en la cultura popular.
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